Esta tarde han estado todos con él acompañándole en el almuerzo y celebrando su nuevo éxito. Me han ignorado. Quizás no me ven.
Ha caído la tarde y estamos solos pero no me habla ni ha pedido nada de alcohol. A la vez que el viento mueve con involuntaria armonía los visillos de la ventana y una brisa húmeda acaricia su nuca, él bebe agua de la que le traen en garrafa de la finca de la sierra. Si es otra la rechaza. Es buen catador hasta para eso.
No doy crédito a lo que veo. Ha convertido su escritorio en un lugar grosero e impersonal; ha sucumbido a la vulgaridad de la fría tecnología. Ahí está, ante la pantalla panorámica, acariciando el teclado como si de un sutil piano se tratara.
Mirando por encima de su hombro veo como las letras van apareciendo. Esto es lo que escribe:
Es imposible ser autentico en la humildad. Es una cualidad bipolar: Son humildes los que no saben ser o no pueden ser arrogantes. Humildes son los pocos elegidos que se saben superiores y les trae sin cuidado demostrarlo. Hay místicos humildes entregados a la causa de la humanidad. Una entrega poco recompensada si tenemos en cuenta el tremendo esfuerzo vital y la renuncia personal. Es un lujo que sólo algunos pueden permitirse. Así pienso y así soy de egoísta.
Luego estamos la gran mayoría: Unos jugamos a la apariencia de ser humildes; otros, nos estimamos tan poco a nosotros mismos que nos mostramos humildes plegándonos ante la evidencia de nuestra mediocridad. Y como crisol de todo lo dicho, estoy yo; que no me doblego ante nada ni ante nadie. Puro afán de notoriedad. De jovencito mi sueño era tener un escaparate y vivir en él mostrando al mundo mi belleza, mi gracia y mi encanto. Ahora no me importaría exhibirme en uno ellos y presumir de mi aún envidiable aspecto; pero esto sería una pérdida de tiempo y lo necesito para escribir mis geniales ocurrencias.
Hasta hace poco, nada ni nadie ha sido capaz de poder conmigo. Me resisto a ser humilde porque tengo pánico a la vulgaridad y la máscara de la prepotencia me salvaguarda de sucumbir. Y digo hasta hace poco, porque desde que me encontré con la mirada de la Baronesa, tengo que reconocer, muy a mi pesar, que comienzo a tener la humildad de aceptar que sus ojos me subyugan. Aunque, visto bien, eso se arregla mirando para otro lado ¡Faltaría más! "
Mientras la hoja sale de la impresora lentamente él acaricia, con nostalgia, la pluma de pavo real que convirtió en plumier y se siente culpable. “Las cosas ya no son lo mismo, todo cambia” se lo he dicho y lo comprende… pero no lo acepta.
NADA
Ha caído la tarde y estamos solos pero no me habla ni ha pedido nada de alcohol. A la vez que el viento mueve con involuntaria armonía los visillos de la ventana y una brisa húmeda acaricia su nuca, él bebe agua de la que le traen en garrafa de la finca de la sierra. Si es otra la rechaza. Es buen catador hasta para eso.
No doy crédito a lo que veo. Ha convertido su escritorio en un lugar grosero e impersonal; ha sucumbido a la vulgaridad de la fría tecnología. Ahí está, ante la pantalla panorámica, acariciando el teclado como si de un sutil piano se tratara.
Mirando por encima de su hombro veo como las letras van apareciendo. Esto es lo que escribe:
Es imposible ser autentico en la humildad. Es una cualidad bipolar: Son humildes los que no saben ser o no pueden ser arrogantes. Humildes son los pocos elegidos que se saben superiores y les trae sin cuidado demostrarlo. Hay místicos humildes entregados a la causa de la humanidad. Una entrega poco recompensada si tenemos en cuenta el tremendo esfuerzo vital y la renuncia personal. Es un lujo que sólo algunos pueden permitirse. Así pienso y así soy de egoísta.
Luego estamos la gran mayoría: Unos jugamos a la apariencia de ser humildes; otros, nos estimamos tan poco a nosotros mismos que nos mostramos humildes plegándonos ante la evidencia de nuestra mediocridad. Y como crisol de todo lo dicho, estoy yo; que no me doblego ante nada ni ante nadie. Puro afán de notoriedad. De jovencito mi sueño era tener un escaparate y vivir en él mostrando al mundo mi belleza, mi gracia y mi encanto. Ahora no me importaría exhibirme en uno ellos y presumir de mi aún envidiable aspecto; pero esto sería una pérdida de tiempo y lo necesito para escribir mis geniales ocurrencias.
Hasta hace poco, nada ni nadie ha sido capaz de poder conmigo. Me resisto a ser humilde porque tengo pánico a la vulgaridad y la máscara de la prepotencia me salvaguarda de sucumbir. Y digo hasta hace poco, porque desde que me encontré con la mirada de la Baronesa, tengo que reconocer, muy a mi pesar, que comienzo a tener la humildad de aceptar que sus ojos me subyugan. Aunque, visto bien, eso se arregla mirando para otro lado ¡Faltaría más! "
Mientras la hoja sale de la impresora lentamente él acaricia, con nostalgia, la pluma de pavo real que convirtió en plumier y se siente culpable. “Las cosas ya no son lo mismo, todo cambia” se lo he dicho y lo comprende… pero no lo acepta.
NADA
Muy interesante la reflexión sobre la humildad.
ResponderEliminarSi el tipo del batín, por miedo a la vulgaridad, renuncia a la mirada de la baronesa no caerá en esa humildad que tanto teme, pero demostrará que es un perfecto imbécil.
PARA CESAR
ResponderEliminarPerfecto, César. Y eso que no conoces la mirada de la baronesa, que si tuvieras ese placer, no sólo le dirías imbécil sino otros muchos epítetos.
Gracias por el seguimiento y un afetuoso saludo.
NADA