sábado, 27 de febrero de 2010

LA VERDAD DE NADA


Comencé a escribir hace dos años. Entonces no me daba cuenta de que no sabía describir los ambientes y los escenarios y que, además, carecía de oficio. Tenía mi propio estilo, eso sí, y mucha imaginación. Mi amigo el poeta Francisco Aranda dice que mis relatos se leen sin sentir, que tienen fluidez. Creo que lo escribo tiene el mérito de no ser el fruto de ninguna influencia ni de ninguna escuela. Desconozco el método. Escribo como quiero: sin pretender NADA y sin intentar NADA. Las cacofonías no me importan ni las corrijo. Me interesa la elipsis aunque no tengo claro como se escribe ni lo que es. Pero lo intuyo y es suficiente.He leído en algún blog literario que grandes escritores lo han llegado a ser sin tener estudios superiores ; sin más maestro que su talento. Paradojicamente, esos blogs promueven el negocio de enseñar a escribir.


La creatividad no existe: Todo está creado porque en el Universo sólo hay un Creador. Espero que sea una forma de hablar. Si es así, creo que la escritura puede ser creativa se escriba lo que se escriba. Hay redactores del BOE que son creativos y escritores creativos que son aburridamente vulgares.


No pretendo ser una gran escritora ni creo tener tiempo para llegar a serlo. Pero soy única. Estoy sin contaminar. Hasta la fecha he escrito diez relatos y he obtenido cuatro premios literarios: Dos primeros y dos segundos premios. De mis doce relatos once han sido finalistas. No me gustan las estadisticas pero creo que viene a ser más del noventa por ciento de acierto, o de éxito. O posiblemente es que la flauta suena mi para por casualidad con demasiada frecuencia. Ahora estoy a punto de que una editorial me publique un libro.


Una escritora excepcional me animó cuando leyó mi primer relato y ha estado corrigiendo mis faltas de ortografía (despistes) hasta hace poco. Gracias a ella sigo escribiendo aunque nunca me ha dado un consejo ni ha corregido nada. Agradezco su delicadeza y su respeto. Y espero que si alguien que lea estás líneas pone en duda lo que digo, o se mofa, ella tenga la gallardía de corroborar que no miento. Dice que mis escritos rozan la genialidad. Puede que mienta y que exagere pero me ha dado confianza. Aunque está claro que no la necesito.


A todos los humanos nos pierde la vanidad, a todos; algunos lo disimulan pero se les ve el plumero. Prefiero pregonar a los cuatro vientos lo que opino sobre lo que me está sucediendo que hacer el esfuerzo vano de mostrar falsa humildad.

Me gusta lo que escribo, tanto me gusta que, como Narciso, un día voy a sucumbir sumergida en la lectura de mis ingeniosas ocurrencias.


Hoy me ha dado el punto y estoy expresando lo que a a otras les gustaría decir pero no se atreven porque quieren mostrarse "politicamente correctas" y seguir la corriente a la gente corriente.

Lo bueno de todo esto es que, en verdad, no soy NADA.

domingo, 14 de febrero de 2010

Romanticismo de NADA


Anoche estuvo en la opera. A eventos como éste siempre le gusta ir acompañado por una señora de su clase. Como el tiempo esta tan revuelto quería que ella le llevara, para evitar que se mojaran sus caballos, pero ella se negó obligándole a recogerla en su carruaje. Según me ha dicho el cochero, después de dejarla en su palacete se fue para un tablao flamenco. Llegó a casa despuntado el alba y aunque estaba borracho se puso a rebuscar en el baúl donde guarda los objetos y los libros que se salvaron del incendio. Los sacaba pausadamente: primero el antiguo plumier y el tintero. Después los libros, que huelen a humedad quemada y muestran sus lomos y sus bordes chamuscados y manchados. Tomó el de tapas verdes, el de la antología poética que le editaron y, eructando el sabor agrio del amontillado, hizo un esfuerzo y se puso a escribir:

Hace años, en la plenitud de mis éxitos y viajando hacía no recuerdo donde, se me ocurrió escribir algo sin saber por qué. Al llegar a mi destino una de mis amigas brujas, (las mujeres que no lo son no me atraen) me preguntó al encontrar aquel papel entre el desorden de su alcoba ¿Para quién has escrito esto? Para nadie. –respondí sin darle importancia– Es una tontería, ya sabes que no me gusta escribir, y menos cosas como esa. Ella cogió el papel haciendo el intento de guardárselo en el canal de sus pechos pero se arrepintió. Toma, consérvalo. –me dijo– Esto lo has escrito para el futuro. Cuando pasen los años conocerás a alguien y entonces le encontrarás sentido a esos versos. Relégalo al olvido y sigue con tus viajes. Y así lo hice en la seguridad que había algo mágico en su advertencia. Hoy, ante la certeza de haber conocido a esa persona, me he puesto a rebuscar en el baúl de las cosas olvidadas hasta encontrar aquel poema. La magia, la paciencia y tener amigas brujas dan siempre buenos frutos y es por eso que puedo enviarle a su merced los versos finales:

No has nacido tú para ser agua mansa
que alegre los estanques en las tardes
tranquilas,
Tu destino es alentar fuegos, encender hogueras
y quemarte irremisiblemente en una de ellas.

Ha transcurrido mucho tiempo desde que, de forma involuntaria, escribí estos versos sin saber para quien eran. Fue durante la visita a la exposición en la que su mirada se cruzó con la mía y usted me comentó muy gentilmente algunos aspectos reveladores sobre el impresionismo, cuando descubrí que me encontraba ante la destinataria. Luego vino lo de la velada literaria. Le confieso que fue un encuentro forzado por mi parte, ya que le pedí a mi cochero que siguiera su rastro, pero, al mismo tiempo, muy esperanzador al saber que su marido viaja por Las Indias.

Los breves y discretos encuentros en el salón de té, en los que se interpone entre nosotros la oronda humanidad de su amiga, me dan la oportunidad de cambiar unas frases con usted, y dejar caer alguna que otra galantería inocente. En la última reunión se nos hizo un poco tarde. Es invierno y anochece pronto, así que al salir del salón y acompañarla hasta su carruaje vi, por primera vez, sus ojos iluminados por la luz de la luna. A partir de entonces no me importa si en verdad es usted la mujer de mis versos o si es una simple casualidad, aunque como usted suele decir “la casualidad no existe”. Pero me da igual y, aún sin ser un escritor romántico, me he decidido a escribirle esta carta ya que no me parece digno ni sincero encargar a otro la redacción de una declaración de amor. Así que espero sepa disculpar estas torpes líneas.

Quiere que la carta llegue antes de que aclare el día y le ha pedido al cochero que entregue la carta después de que avive el fuego de la chimenea.
Dile a la señora que espero respuesta. Y también dile a Nada que me prepare una menta poleo.
¿A quien señor? replica éste extrañado. Antes de clavar la cabeza sobre el escritorio y quedarse dormido, le ordena: Olvídalo, y parte ya.

La luz de la mañana inunda el salón cuando el sirviente llega de vuelta.
Ella dice no saber nada del impresionismo, ni de tertulias literarias; y que nunca toma te. Y es verdad, señor, todas las tardes que he ido a entregarle sus recados siempre ha estado comiendo un bocadillo de jamón serrano y un café. Está molesta porque teme que su marido se entere de estos desvaríos; y es que, al parecer, él es hombre muy primitivo que no entiende de juegos galantes y zarandajas como las que usted se trae entre manos, señor. Bien sabe Díos que siento tener que decirle esto pero... es que también tiene un amante que es Registrador de la Propiedad...Ajena.

NADA

miércoles, 10 de febrero de 2010

El SAN VALENTIN de NADA





En un ensueño he mezclado ficción y realidad.
Y ahora ni yo misma se cual es una o la otra
¿Me podrías ayudar?



Se acaba de descalzar discretamente. Su pie desnudo se desliza por debajo de la mesa para alcanzar la punta del zapato. Lo había visto en las películas. Observa el ambiente; la lujosa sencillez de aquel restaurante.
—¡Que detalle! Dice con desenfado a la vez que piensa: “Es único”. Y aunque es mayor que él y parece un pequinés recién salido de la ducha, no desentona. La envuelve un aura radiante y trasmite plenitud y seguridad.

Él alza la copa sonriente, toma un trago y pregunta con hiriente frialdad.
—¿Qué detalle? Ya sé que tu estás en tus mundos etéreos, pero yo vivo de esto ¿Has terminado la novela? El editor me está apremiando.
Sin darse por enterada continua hablando. —No la he terminado; pero ahora sólo me apetece decirte que te admiro y que te lo agradezco...me encantan las cenas con velitas en el día de San Valentín.
—¿Velitas? Él se encoge de hombros; con un gesto escéptico y casi despectivo.
Estirando el pie ella le toca la bragueta con el dedo gordo haciendo gala de una pasmosa e impúdica naturalidad. No hay reacción.
—Este no es el momento. Déjate de juegos, aquello ya pasó, fue bonito y lo pasamos muy bien. Me siento a gusto contigo pero esto es una cena de negocios.
Sonriente, segura de sí misma pero íntimamente defraudada; le responde:
—Por supuesto galán. Ya sabes que me gusta gastarte bromas. Perdona, tengo que ir al tocador.

—¡El muy hijo de puta!- La frase, dicha en voz alta, hace que el espejo se empañe con un círculo opaco formado por el vaho. “Y pensar que se quería suicidar por mí”.
Se arregla el maquillaje, guarda el pintalabios en el bolso y con paso resulto se encamina de nuevo al comedor.


—Pero... ¿Qué haces tú aquí?
— Pues que quieres que haga, esperarte ¿Te pasa algo?
De pie, y mirando a su alrededor pregunta. — ¿Dónde está él?
Con la serenidad que dan los años y la experiencia, el hombre se levanta y la toma por el brazo. — No alces la voz, mujer. — Le ruega en tono quedo y confidencial — Siéntate. Te refieres a tu ídolo ¿verdad? Estás confundida, querida, llevas toda lo noche conmigo.
—¡Pero si él estaba ahí! Suplica ella.
—Sí, pero recuerda que estás con un mago.
—Entonces, ¿ha sido a ti a quien he puesto el pie en la bragueta sin haber notado nada?
—No, mujer.—Responde él sonriente y benévolo—En ese preciso momento sí se trataba del otro. El estrés que produce el fingimiento, unido al narcisismo, provocan cierta inapetencia. Yo no estoy estresado ni nunca me he mirado en los estanques. Disfruta de este momento. Pero antes, acepta un regalo, querida.
Pone una cajita roja sobre el mantel y la desplaza, suavemente, hacia ella. La abre y sale una luminosa pompa de jabón color dorado con una tarjetita dentro.
—¡Es hermoso, con lo que a mí me gustan las pompas de jabón! Nunca dejas de sorprenderme con tus trucos de mago. “Éste si que sabe como tratar a una mujer pero...era tan excitante estar con el otro”. Piensa, mientras se le iluminan los ojos y dos perlas refulgentes caen por sus mejillas. De repente cambia de actitud.
—¡Estoy harta de tu magia y de tu ironía! — le dice explotando, de un manotazo, la pompa de jabón que permanecía suspendida en el aire. La tajetita cae suavemente hasta posarse sobre el mantel. Sin tocarla, ella la lee: “Amor Eterno” y, levantándose airada, se dirige hacia la puerta de salida. Ya en la calle y bajo la marquesina del restaurante, el portero le pregunta circunspecto.

—¿Pido un taxi para la señora?
—No, gracias, prefiero andar. Responde mirando la cajita que lleva en su mano.
La calle es un desierto que se torna en abismo cuando se aleja del haz de luz que irradia el luminoso de neón. Camina por la acera oyendo sus pasos. Sin saber donde dirigirse vuelve la primera esquina que se encuentra. Distingue la silueta de un hombre. Armándose de valor, decide no dar la vuelta y continua su marcha con aire decidido. Antes de que ambos lleguen a cruzarse, el hombre abre su gabardina. Está desnudo.




Sobresaltada y jadeante se despierta y exclama —¡Cariño, por dios! Que pesadilla más horrible he tenido. — Mira a su derecha pero el sitio está vacío.
— “Estará preparándome el desayuno. Me lo traerá a la cama, en una bandeja, con una rosa roja y un trocito de dulce de membrillo” — piensa, secándose con la sábana el sudor frío que empapa todo su cuerpo. Tiene la boca pastosa, con un sabor amargo. La almohada de al lado aún huele a él. Se levanta. — “Parece como si me hubiesen tirado un ropero encima”. Dice con voz cansada. En la cocina bebe agua, mucha agua y se enjuaga la cara en el chorro del grifo del fregadero.
Desnuda y de pie, inspira. Escucha el silencio y comprueba que no hay nadie.
— “Se habrá marchado mientras yo dormía o ¿también esto ha sido un sueño?”

En el salón, sobre la mesa, están la cajita roja y el envoltorio dorado.— ¿También esto fue un sueño? Se pregunta mirando la tarjeta que reposa inmóvil en la mesa.
Las cosas han perdido su encanto, su magia. Pero no está triste ni arrepentida. Sea lo que sea, la verdad es que la humanidad entera puede que también esté sola en este momento.



NADA