En un ensueño he mezclado ficción y realidad.
Y ahora ni yo misma se cual es una o la otra
¿Me podrías ayudar?
Y ahora ni yo misma se cual es una o la otra
¿Me podrías ayudar?
Se acaba de descalzar discretamente. Su pie desnudo se desliza por debajo de la mesa para alcanzar la punta del zapato. Lo había visto en las películas. Observa el ambiente; la lujosa sencillez de aquel restaurante.
—¡Que detalle! Dice con desenfado a la vez que piensa: “Es único”. Y aunque es mayor que él y parece un pequinés recién salido de la ducha, no desentona. La envuelve un aura radiante y trasmite plenitud y seguridad.
—¡Que detalle! Dice con desenfado a la vez que piensa: “Es único”. Y aunque es mayor que él y parece un pequinés recién salido de la ducha, no desentona. La envuelve un aura radiante y trasmite plenitud y seguridad.
Él alza la copa sonriente, toma un trago y pregunta con hiriente frialdad.
—¿Qué detalle? Ya sé que tu estás en tus mundos etéreos, pero yo vivo de esto ¿Has terminado la novela? El editor me está apremiando.
Sin darse por enterada continua hablando. —No la he terminado; pero ahora sólo me apetece decirte que te admiro y que te lo agradezco...me encantan las cenas con velitas en el día de San Valentín.
—¿Velitas? Él se encoge de hombros; con un gesto escéptico y casi despectivo.
Estirando el pie ella le toca la bragueta con el dedo gordo haciendo gala de una pasmosa e impúdica naturalidad. No hay reacción.
—Este no es el momento. Déjate de juegos, aquello ya pasó, fue bonito y lo pasamos muy bien. Me siento a gusto contigo pero esto es una cena de negocios.
Sonriente, segura de sí misma pero íntimamente defraudada; le responde:
—Por supuesto galán. Ya sabes que me gusta gastarte bromas. Perdona, tengo que ir al tocador.
—¡El muy hijo de puta!- La frase, dicha en voz alta, hace que el espejo se empañe con un círculo opaco formado por el vaho. “Y pensar que se quería suicidar por mí”.
Se arregla el maquillaje, guarda el pintalabios en el bolso y con paso resulto se encamina de nuevo al comedor.
—¿Qué detalle? Ya sé que tu estás en tus mundos etéreos, pero yo vivo de esto ¿Has terminado la novela? El editor me está apremiando.
Sin darse por enterada continua hablando. —No la he terminado; pero ahora sólo me apetece decirte que te admiro y que te lo agradezco...me encantan las cenas con velitas en el día de San Valentín.
—¿Velitas? Él se encoge de hombros; con un gesto escéptico y casi despectivo.
Estirando el pie ella le toca la bragueta con el dedo gordo haciendo gala de una pasmosa e impúdica naturalidad. No hay reacción.
—Este no es el momento. Déjate de juegos, aquello ya pasó, fue bonito y lo pasamos muy bien. Me siento a gusto contigo pero esto es una cena de negocios.
Sonriente, segura de sí misma pero íntimamente defraudada; le responde:
—Por supuesto galán. Ya sabes que me gusta gastarte bromas. Perdona, tengo que ir al tocador.
—¡El muy hijo de puta!- La frase, dicha en voz alta, hace que el espejo se empañe con un círculo opaco formado por el vaho. “Y pensar que se quería suicidar por mí”.
Se arregla el maquillaje, guarda el pintalabios en el bolso y con paso resulto se encamina de nuevo al comedor.
—Pero... ¿Qué haces tú aquí?
— Pues que quieres que haga, esperarte ¿Te pasa algo?
De pie, y mirando a su alrededor pregunta. — ¿Dónde está él?
Con la serenidad que dan los años y la experiencia, el hombre se levanta y la toma por el brazo. — No alces la voz, mujer. — Le ruega en tono quedo y confidencial — Siéntate. Te refieres a tu ídolo ¿verdad? Estás confundida, querida, llevas toda lo noche conmigo.
—¡Pero si él estaba ahí! Suplica ella.
—Sí, pero recuerda que estás con un mago.
—Entonces, ¿ha sido a ti a quien he puesto el pie en la bragueta sin haber notado nada?
—No, mujer.—Responde él sonriente y benévolo—En ese preciso momento sí se trataba del otro. El estrés que produce el fingimiento, unido al narcisismo, provocan cierta inapetencia. Yo no estoy estresado ni nunca me he mirado en los estanques. Disfruta de este momento. Pero antes, acepta un regalo, querida.
Pone una cajita roja sobre el mantel y la desplaza, suavemente, hacia ella. La abre y sale una luminosa pompa de jabón color dorado con una tarjetita dentro.
—¡Es hermoso, con lo que a mí me gustan las pompas de jabón! Nunca dejas de sorprenderme con tus trucos de mago. “Éste si que sabe como tratar a una mujer pero...era tan excitante estar con el otro”. Piensa, mientras se le iluminan los ojos y dos perlas refulgentes caen por sus mejillas. De repente cambia de actitud.
—¡Estoy harta de tu magia y de tu ironía! — le dice explotando, de un manotazo, la pompa de jabón que permanecía suspendida en el aire. La tajetita cae suavemente hasta posarse sobre el mantel. Sin tocarla, ella la lee: “Amor Eterno” y, levantándose airada, se dirige hacia la puerta de salida. Ya en la calle y bajo la marquesina del restaurante, el portero le pregunta circunspecto.
— Pues que quieres que haga, esperarte ¿Te pasa algo?
De pie, y mirando a su alrededor pregunta. — ¿Dónde está él?
Con la serenidad que dan los años y la experiencia, el hombre se levanta y la toma por el brazo. — No alces la voz, mujer. — Le ruega en tono quedo y confidencial — Siéntate. Te refieres a tu ídolo ¿verdad? Estás confundida, querida, llevas toda lo noche conmigo.
—¡Pero si él estaba ahí! Suplica ella.
—Sí, pero recuerda que estás con un mago.
—Entonces, ¿ha sido a ti a quien he puesto el pie en la bragueta sin haber notado nada?
—No, mujer.—Responde él sonriente y benévolo—En ese preciso momento sí se trataba del otro. El estrés que produce el fingimiento, unido al narcisismo, provocan cierta inapetencia. Yo no estoy estresado ni nunca me he mirado en los estanques. Disfruta de este momento. Pero antes, acepta un regalo, querida.
Pone una cajita roja sobre el mantel y la desplaza, suavemente, hacia ella. La abre y sale una luminosa pompa de jabón color dorado con una tarjetita dentro.
—¡Es hermoso, con lo que a mí me gustan las pompas de jabón! Nunca dejas de sorprenderme con tus trucos de mago. “Éste si que sabe como tratar a una mujer pero...era tan excitante estar con el otro”. Piensa, mientras se le iluminan los ojos y dos perlas refulgentes caen por sus mejillas. De repente cambia de actitud.
—¡Estoy harta de tu magia y de tu ironía! — le dice explotando, de un manotazo, la pompa de jabón que permanecía suspendida en el aire. La tajetita cae suavemente hasta posarse sobre el mantel. Sin tocarla, ella la lee: “Amor Eterno” y, levantándose airada, se dirige hacia la puerta de salida. Ya en la calle y bajo la marquesina del restaurante, el portero le pregunta circunspecto.
—¿Pido un taxi para la señora?
—No, gracias, prefiero andar. Responde mirando la cajita que lleva en su mano.
La calle es un desierto que se torna en abismo cuando se aleja del haz de luz que irradia el luminoso de neón. Camina por la acera oyendo sus pasos. Sin saber donde dirigirse vuelve la primera esquina que se encuentra. Distingue la silueta de un hombre. Armándose de valor, decide no dar la vuelta y continua su marcha con aire decidido. Antes de que ambos lleguen a cruzarse, el hombre abre su gabardina. Está desnudo.
—No, gracias, prefiero andar. Responde mirando la cajita que lleva en su mano.
La calle es un desierto que se torna en abismo cuando se aleja del haz de luz que irradia el luminoso de neón. Camina por la acera oyendo sus pasos. Sin saber donde dirigirse vuelve la primera esquina que se encuentra. Distingue la silueta de un hombre. Armándose de valor, decide no dar la vuelta y continua su marcha con aire decidido. Antes de que ambos lleguen a cruzarse, el hombre abre su gabardina. Está desnudo.
Sobresaltada y jadeante se despierta y exclama —¡Cariño, por dios! Que pesadilla más horrible he tenido. — Mira a su derecha pero el sitio está vacío.
— “Estará preparándome el desayuno. Me lo traerá a la cama, en una bandeja, con una rosa roja y un trocito de dulce de membrillo” — piensa, secándose con la sábana el sudor frío que empapa todo su cuerpo. Tiene la boca pastosa, con un sabor amargo. La almohada de al lado aún huele a él. Se levanta. — “Parece como si me hubiesen tirado un ropero encima”. Dice con voz cansada. En la cocina bebe agua, mucha agua y se enjuaga la cara en el chorro del grifo del fregadero.
Desnuda y de pie, inspira. Escucha el silencio y comprueba que no hay nadie.
— “Se habrá marchado mientras yo dormía o ¿también esto ha sido un sueño?”
En el salón, sobre la mesa, están la cajita roja y el envoltorio dorado.— ¿También esto fue un sueño? Se pregunta mirando la tarjeta que reposa inmóvil en la mesa.
Las cosas han perdido su encanto, su magia. Pero no está triste ni arrepentida. Sea lo que sea, la verdad es que la humanidad entera puede que también esté sola en este momento.
— “Estará preparándome el desayuno. Me lo traerá a la cama, en una bandeja, con una rosa roja y un trocito de dulce de membrillo” — piensa, secándose con la sábana el sudor frío que empapa todo su cuerpo. Tiene la boca pastosa, con un sabor amargo. La almohada de al lado aún huele a él. Se levanta. — “Parece como si me hubiesen tirado un ropero encima”. Dice con voz cansada. En la cocina bebe agua, mucha agua y se enjuaga la cara en el chorro del grifo del fregadero.
Desnuda y de pie, inspira. Escucha el silencio y comprueba que no hay nadie.
— “Se habrá marchado mientras yo dormía o ¿también esto ha sido un sueño?”
En el salón, sobre la mesa, están la cajita roja y el envoltorio dorado.— ¿También esto fue un sueño? Se pregunta mirando la tarjeta que reposa inmóvil en la mesa.
Las cosas han perdido su encanto, su magia. Pero no está triste ni arrepentida. Sea lo que sea, la verdad es que la humanidad entera puede que también esté sola en este momento.
NADA
Hola Nada,
ResponderEliminar¡qué pesadilla!, cuanta angustia provocan unas horas de sueño en manos de un malvado Morfeo.
Tienes razón, la humanidad está muy sola.
Un beso violeta,
Maribel
PARA JOSE IGNACIO
ResponderEliminarSomos responsables de nuestros sueños en la medida en que los sueños(ensueños)son producto de nuestras experiencias de vigilia y de las sensaciones oniricas. Existen también las técnicas de "sueños inducidos" y autoinducidos. En mi experiencia personal suelo tener el control delos ensueños cuando me lo propongo.
Escribir es también una forma de ensoñación.
¿Sabes? soñar,como escribir, es NADA de NADA.
PARA MARIBEL
ResponderEliminarHola. Creo es la primera vez que dejas un comentario. Bienvenida y muchas gracias.
Quien tiene razón es el personaje del relato. Hay personas que se sienten solas, otras que disfrutan de la soledad. También existe la soledad compartida. Pero la humanidad como tal estimo que es imposible que esté sola. De una cosa estoy segura y es que tu no sientes sola ¿Verdad?
Un beso tornasolado que en realidad no es NADA