miércoles, 30 de mayo de 2012

Y después de mucho tiempo vuelvo por aquí. No sé si alguien sigue visitando este rincón de NADA.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

¿ HAY ALGUIEN AHI ?



Hace ya tiempo que no escribo NADA. Me he quedado "huerfana". Mi maestra está disgustada conmigo y sin ella no hay estímulo. Y, para colmo, mi querido poeta anónimo es un incomprendido a quien su Baronesa le ha parado los pies. Y no es que yo haya dejado de ser brillante, que lo soy, pero es que así no hay forma. Hecho a faltar cierta tolerancia y compresión hacia la sátira genial. Lo veo todo muy lineal, encorsetado. Incluso en estos ámbitos que debieran de ser libres y democráticos existen los getos y las capillitas. Y mi espíritu universalista no va con estos provincianismos blogeros. Veo que esto acabará en NADA, como empezó. Puede que mi admirada maestra se esté saliendo con la suya. La Historia la juzgará, parece no ser consciente que está ahogando, asfixiando el talento y la creatividad de un genio (genia según la ministra de las mujeres).
Quien lo iba a decir: ¡ Yo tomando ansiolíticos! Y, lo que es peor sin ganas de escribir, bueno eso es lo de menos porque escribir para para mi nunca ha sido un fin, sino una estúpida e ineficaz estrategia.
Me pregunto quién leerá esto. ¿ Hay alguien por ahí? enviamé un saludo. "Lubrica mis alas", que diría alguien.
NADA

domingo, 27 de junio de 2010

EL PASADO DE NADA




Sabe que aunque invisible soy omnipresente y estoy aquí contemplando como el resplandor de las fogatas, que arden junto a la orilla, tiñe de destellos tornasolados su camisa de seda verde y resalta su piel bronceada haciendola cobriza.

-Me alegro de este encuentro.- dice ella ignorando el gesto del camarero que espera para llenar la copa.

-Una noche mágica- responden él con desgana y observando las siluetas oscuras que saltan sobre el fuego.

-Al menos es más romántica que aquella en la te entregué mis veinte primaveras en una suite del hotel Torrequebrada.

-¿Te has vuelto cursi o estás riéndote de mi? Pregunta el poeta a la vez que indica al camarero que se retire.

-Recuerda que aquel día le habías pedido al conserje que, si moría, te llamara. Sonó el teléfono y balbuceaste apesadumbrado “Franco ha muerto”. Yo te tatareé la Internacional mientras apuraba mi copa de champan. A partir de entonces fueron tres años maravillosos: Fuimos de encuentro en encuentro, de cama en cama, de manifestación en manifestación. Yo, corriendo ante los antidisturbios y tú con los tuyos, con Fuerza Nueva.

-Han pasado treinta y dos años y, la verdad, no son esos los recuerdos que guardo de aquel tiempo. Sólo me acuerdo de los momentos íntimos.

-Sigues siendo un romántico... envidio tu frescura. -Responde ella haciendo un brindis para quitar importancia a su siguiente comentario.- Según Enrique estás enamorado de una señora a la que llamas Baronesa.


-Sí. Es algo precioso y nuevo para mí. ¿Sabes? por primera vez no pido nada.

-Eso es impropio de tu temperamento ¿Cómo es posible que te conformes?

-Porque no existo, créeme; tú estás ahí, aún fresca y real; y también está Enrique el marqués, y ella, la Baronesa. Y todos los que nos rodea en esta noche de San Juan; todos sois reales, menos yo, que soy un personaje de ficción imaginado por una escritora.

El poeta se desvanece en su NADA y su viejo amor mira hacia el mar sin sorprenderse. No se ha dado cuenta que, mientras hablaban, él ha pergeñado unos versos con descuido, con desgana. Son para mi, para NADA.

REENCUENTRO

El tiempo no pasa amor,

colgado en el universo permanece inmóvil

y después de los años vuelve a nosotros

para retarnos, para preguntar:


¿Dónde estarán las caricias, los besos y

las contorsiones imposibles que inventamos?

Y los versos ¿Dónde habrán ido los versos?


Yo se que NADA es para siempre y

que los encuentros se repiten.

¡Compruebo que la capacidad de inventar

no se ha perdido, es permanente!

El tiempo no pasa amor,

aquí estamos de nuevo frente a frente.



lunes, 12 de abril de 2010

NADA no es FALTA DE INGENIO








Anoche disfrutamos en la cena que ofreció en su casa el insigne poeta Aranda. Había gente variopinta: El cónsul de la Polinesia, un hombre de espesa barba negra que sólo abrió la boca para picar algo; Olga, amiga entrañable, artista polifacética y amena conversadora, acompañada de su inseparable filósofo. También un trío de argentinas, simpatiquísimas, que amenizaron la velada con sus vehementes comentarios y opiniones en los que, haciendo gala de una dialéctica magistral, mezclaban como si nada, metafísica, gastronomía y sicoanálisis. Y mi poeta. Y yo; de cuya presencia algunos sabían pero la ignoraron.

Dado el éxito de la corrida era inevitable hacer un comentario sobre toros. Cuando llegó ese momento el cónsul continuó estando mudo y las tres argentinas callaron. Aranda dijo:

-El ritual del toreo me embriaga.

-No esperaba menos de ti, mi admirado poeta.- replico él, para luego rematar con una frase lapidaría.-“ A quien no le gusten los toros no puede o no debería ser poeta”.

Todos permanecieron en silencio, como si hubiesen oído una sentencia que acatar. El anfitrión, -que desde los aperitivos no dejó de servirle Jerez- le abrazó satisfecho.

Ya tarde se despidieron todos los invitados, posiblemente para seguir por ahí de copas, menos él, que se quedó conversando con su amigo Aranda sobre proyectos e inquietudes.

- Ya es suerte entablar amistad con una mujer culta y brillante como la Baronesa- Dijo Aranda dando un giro repentino a la conversación y poniendo cierto énfasis al pronunciar el título.

- A estas alturas, no sabría qué decir, créeme.- Respondió él, tratando de eludir el tema.

Llegamos a casa de madrugada. Estaba cansado y borracho. Un estado que le es propicio y natural para inspirarse. Pero no le apetecía, mejor dicho, si le apetecía escribir aunque sobre una de las argentinas pero él desea seguir siendo fiel a la Baronesa. Una tragedia. Así que se retiró a descansar y tuve que ser yo quien dirigiera unas líneas a tan misteriosa y delicada señora. No molesté al cochero, ni al mozo, ni he utilizado el correo electrónico: He dejado la nota aquí, que se yo que ella suele husmear por nuestro lar.

“ Señora Baronesa de los Sueños Imposible.

Dice su amiga la soprano que ha sido a causa de las habladurías de mi poeta por lo que usted ha cerrado las puertas de su casa a cal y canto y ha dejado de compartir experiencias literarias con sus amigos. Miente usted o miente su amiga; seguro; ya que las veces en las que ha visitado su salón ha sido camuflado como Nada, en contadas ocasiones, y para regalarle comentarios laudatorios. Presiento cierta intención de querer desprestigiar a un respetable hacedor de fantasías. Lleva él razón cuando me comenta que en algunos pretendidos círculos intelectuales imperan la vulgaridad,la trivialidad, la nimiedad, el estúpido celo por las cacofonías, y otras tonterías de principiantes; además de una remarcada falta de clase y elegancia.

Le aburren los tediosos inventores e inventoras de historias sin estilo, de historias simplonas disfrazadas de fingida originalidad; redactadas y estructuradas con fórmulas simples, por consabidas. Y él, que sabe sacar punta a todo – menos a un lápiz- cree que otros van a entender su humor satírico e inteligente. Pero se equivoca. Su reino no es de este mundo. Él- como usted- nació para crear y otros para intentar escribir y creer que lo hacen.

Como doy por supuesta su exquisita educación espero que, ya que mi poeta ha sido lo suficientemente caballero al pedir excusas por haberle tirado de las trenzas, usted también aclare la incómoda situación creada por comentarios inexactos.

Suya afectísima.

NADA”

Había notado su presencia a mis espaldas pero quise terminar. -¿Para qué haces eso si sabes tan bien como yo el poder que tiene la mentira?- Preguntó él. Y, por una vez, su voz sonó aguda y límpida.

-Estás equivocado, no miente. Algunas personas se ven involucradas en un juego de sutilizas que, llegado a un punto, las supera. Eso es todo.

-Llevas razón, Nada. Tenemos que entender que ser brillante acarrea una servidumbre. La gente sencilla se conforma con poco y se asusta fácilmente, nosotros no nos damos por satisfechos si no rozamos la genialidad jugando con el retruécano…aunque, a veces, no sepamos colocar una coma o se nos olvide una tilde. Por cierto, querida; creo que ya es el momento de descolgar ese retrato y reponer el Romero de Torres.

miércoles, 31 de marzo de 2010

NADA DE DESECUENTROS





Esta tarde de jueves ha sido la reunión en la cooperativa. Al terminar, ya en la puerta, han hablado. Fue una charla fugaz. Lo presencié y aunque ella presintió que yo estaba no podía verme.

-Por lo que acaba de decir deduzco que se siente usted muy molesta conmigo ¿No es así señora?

-Sí, un poco.

-No veo el motivo – responde distraído, ajeno a la conversación y absorto en sus ojos que refulgen iluminados por la tenue luz de farol del portón.

-Admita que ha dicho cosas sobre mí que no son ciertas- insiste ella. Pero inquieta ante la fijeza con la que la observa, pregunta ¿Qué mira usted?

-Su cara y... sus hermosos ojos - Responde él dándose la vuelta indiferente y altanero.

Después, el cochero nos ha traído a casa. La cocinera acaba de preparar una buena bandeja de “pepitos” con puntita de solomillo, jamón serrano y pimiento frito. Nos están esperando Antoñuelo el de los caballos y “Juan Sin Nombre” un ex banderillero; dos buenos amigos, personas sencillas pero sabias a los que él respeta y que, más que para hablar del trapío de los toros que se han apartado para la corrida, vienen para comer. Él lo sabe pero le encanta hablar con ellos. El domingo de Resurrección se lidian sus toros. Irá de incognito, como siempre, nunca quiere estar en el callejón con los apoderados y los toreros. Se va arriba, a la andanada, para mezclarse con los aficionados y oír sus comentarios y aprender.

Anda preocupado con los preparativos del encierro pero aún así después de despedirse de sus asesores se ha puesto a escribir para disculparse. Está asombrado con la inmediatez de Internet. ¡Ya acaba de recibir respuesta!

Hola.

Le tengo dicho que no todo es talento en el arte de escribir, hay que ser más cuidadoso. Tome nota, por favor, de las correcciones que he tenido que hacer en su escrito:

“Ni soy como intento mostrarme, ni usted, señora mía, es como pretendo hacerla ver que es. La verdad es que es usted paciente, educada y extremadamente amable. Tampoco creo que sea capaz de mentir. Desbordar la imaginación y adornar la realidad con guirnaldas y lazos de colores es proclamar su gran verdad; sin más. Bendito don. Y, en todo caso, si jugara con la mentira… sería una mentira hermosa y plausible. Es decir, con usted no se puede jugar con cartas guardadas en la manga; es usted lista y además, no merece que le hagan trampas.

Le voy a confesar mi pequeña estratagema. Mejor, se la ofreceré en una especie de símil o quizás metáfora, cosas que usted tan bien maneja y conoce.

Cuando jugaba con las niñas en las aceras de mi calle; (aquí no va punto y coma porque la oración es completa, en todo caso “coma”, porque se ha invertido el orden de la frase) le tiraba de las trenzas a la que más me gustaba, que, para mi tormento, siempre era la más guapa y la más vivaracha. La pobre niña no lo merecía. Su única culpa era alegrarme la vista con su hermosura y su mirada de pequeña sultana mora. Pero había momentos en los que no me prestaba ninguna atención. Estaba en sus cosas y sólo me decía: “hola”… o “hasta mañana”.

Entonces yo le tiraba de las trenzas para entablar una absurda discusión que me permitía acapararla un buen rato. También la (laísmo; muy común en Castilla, pero no en Andalucía) decía mentiras a sus amigas sobre ella. Y resultaba. Al otro día venía a buscarme y, con una ingenuidad y una dulzura conmovedora, me preguntaba (poner dos puntos) ¿Por qué haces esto? Mientras me lo preguntaba yo tenía otra oportunidad para asomarme al balcón de la profundidad de su mirada..

(Cacofónico)

No obstante, está muy bien. Sólo que la niña ya sabía de la estrategia y se dejaba tirar de las trenzas para que le creciera el pelo".

Apaga el ordenador y sonríe. Ni yo misma soy capaz de adivinar lo que estará pensando.

NADA

viernes, 19 de marzo de 2010

NADA DE HUMILDAD


Esta tarde han estado todos con él acompañándole en el almuerzo y celebrando su nuevo éxito. Me han ignorado. Quizás no me ven.

Ha caído la tarde y estamos solos pero no me habla ni ha pedido nada de alcohol. A la vez que el viento mueve con involuntaria armonía los visillos de la ventana y una brisa húmeda acaricia su nuca, él bebe agua de la que le traen en garrafa de la finca de la sierra. Si es otra la rechaza. Es buen catador hasta para eso.

No doy crédito a lo que veo. Ha convertido su escritorio en un lugar grosero e impersonal; ha sucumbido a la vulgaridad de la fría tecnología. Ahí está, ante la pantalla panorámica, acariciando el teclado como si de un sutil piano se tratara.

Mirando por encima de su hombro veo como las letras van apareciendo. Esto es lo que escribe:

Es imposible ser autentico en la humildad. Es una cualidad bipolar: Son humildes los que no saben ser o no pueden ser arrogantes. Humildes son los pocos elegidos que se saben superiores y les trae sin cuidado demostrarlo. Hay místicos humildes entregados a la causa de la humanidad. Una entrega poco recompensada si tenemos en cuenta el tremendo esfuerzo vital y la renuncia personal. Es un lujo que sólo algunos pueden permitirse. Así pienso y así soy de egoísta.

Luego estamos la gran mayoría: Unos jugamos a la apariencia de ser humildes; otros, nos estimamos tan poco a nosotros mismos que nos mostramos humildes plegándonos ante la evidencia de nuestra mediocridad. Y como crisol de todo lo dicho, estoy yo; que no me doblego ante nada ni ante nadie. Puro afán de notoriedad. De jovencito mi sueño era tener un escaparate y vivir en él mostrando al mundo mi belleza, mi gracia y mi encanto. Ahora no me importaría exhibirme en uno ellos y presumir de mi aún envidiable aspecto; pero esto sería una pérdida de tiempo y lo necesito para escribir mis geniales ocurrencias.

Hasta hace poco, nada ni nadie ha sido capaz de poder conmigo. Me resisto a ser humilde porque tengo pánico a la vulgaridad y la máscara de la prepotencia me salvaguarda de sucumbir. Y digo hasta hace poco, porque desde que me encontré con la mirada de la Baronesa, tengo que reconocer, muy a mi pesar, que comienzo a tener la humildad de aceptar que sus ojos me subyugan. Aunque, visto bien, eso se arregla mirando para otro lado ¡Faltaría más! "

Mientras la hoja sale de la impresora lentamente él acaricia, con nostalgia, la pluma de pavo real que convirtió en plumier y se siente culpable. “Las cosas ya no son lo mismo, todo cambia” se lo he dicho y lo comprende… pero no lo acepta.

NADA

miércoles, 10 de marzo de 2010

NADA MEJOR ...QUE HACER TABLAS


La respuesta.

Ahí está el sobre, inerte, desafiante. Apoyado en la estatuilla de bronce parece presidir el inminente encuentro entre los dos amigos. Ha llegado hace unas horas por correo ordinario y el remite demuestra su inequívoca procedencia.

Hoy tenemos almuerzo de fuste. Viene don Enrique de los Duraznos, el marqués de la Atunara. Es mucho lo que se juega, nada menos que uno de sus negocios más rentables. Pero está confiado; a la luz de los acontecimientos tiene ganada la apuesta.

Mi poeta se ha vestido informal pero sobrio: chaqueta clásica príncipe de Gales, pantalón beige y un pañuelo de seda color borgoña al cuello. Me ha pedido que adorne la mesa con un buqué de flores silvestres y que ponga los candelabros de plata de las grandes ocasiones. Y la vajilla de Worcestershire. Y la cristalería de Bohemia con el escudo de la casa grabado en oro. La ocasión lo merece. Sin embargo, yo estoy tranquila porque lo veo confiado y más prepotente que nunca.

Brindan. Y don Enrique inicia la conversación.
—Espero que hayas tenido en cuenta los tres requisitos que, según nuestro juego, debe cumplir una candidata, a saber: Que sea casada o tenga amante fijo. Que sea bruja y que no sea una vulgar calienta pollas.
—Poco importa eso para mi propósito pero creo que, al menos, cumple dos de ellos.
El marqués de la Atunara hace un gesto de conformidad y prosigue.
—Tener respuesta no es mal signo...¿Has leído el contenido?
—No. Te ruego que seas tú quien abra el sobre y lo leas con tu hermosa voz modulada.

—De acuerdo — dice, el marqués, abriendo el sobre pausadamente— Ya sabes que si ganas la apuesta tendrás mi negocio de almadraba y si pierdes ...recibiré tú ganadería.
—Así es, Enrique. El sobre que contiene el escrito donde dejé constancia de cual sería la meta a cumplir lo ha tenido en custodia nuestra amiga Nada.
Mientras mi poeta le observa con gesto de complacencia, don Enrique inicia la lectura de la carta:

Marqués de la Bellasombra.
Ciudad.
Estimado, amigo:

Cuando departimos amigablemente es usted todo un señor, por el contrario en sus escritos parece desvaríar. A que vienen esas tonterías, y qué le hace suponer a su gente que soy una cantaora. Están todos ustedes locos, empezando por Nada. Bromas aparte; ya sabes que sólo voy a comentar lo referente a la literatura, y en ese aspecto me parece que eres un genio. Estos escritos de NADA, con las cartas, deberías recopilarlos y con el tiempo convertirlos en un libro. Un libro original, donde la voz del narrador, en este caso la narradora, nos lleva de la mano para mostrarnos la vida y andanzas de su personaje; sus estados de ánimo, sus sentimientos; su manera de ver el mundo. Te dije y repito, que tienes una manera de escribir muy acertada, donde el análisis, la estructura y la forma adquieren unos matices innatos que, no estaría nada mal pulir y controlar de forma consciente.
No sé si te dije que soy una tímida, por eso me muevo como pez en el agua sólo en los terrenos que yo controlo. Los otros, los tuyos, me parecen una gozada porque tengo mucho que aprender, pero si hay mucha gente, me corto. Con respecto a mi actitud en el encuentro de ayer, ya te digo, intento pasar desapercibida o al menos, hasta que vea con qué tipo de
gente me estoy relacionando. Ya dejé de probar la profundidad del río con los dos pies.
Tus cualidades innatas, como los diamantes en bruto, son la genialidad. Pero sigue mis consejos: Un pedazo de diamante puede valer mucho, pero no tiene utilidad si no lo ajustamos a la joya en la que irá engarzado.
Un abrazo y hasta la vista.

La Baronesa de los Sueños Imposibles

Con disimulada satisfacción, el marqués de la Atunara le entrega la carta a mi querido poeta y sentencia en tono comedido: —Está claro que has perdido, amigo mío.
—Yo que tú no estaría tan seguro—.
Replica éste con cierto tono de altanería —Hagamos que Nada abra el sobre lacrado y lea lo que escribí antes de iniciar la apuesta. Si no he alcanzado lo que prometí, entonces si habré perdido.

Confieso que estoy nerviosa. Se juega su ganadería pero, sobre todo, su autoestima y su prestigio de conquistador. Abro el sobre, y con la solemnidad que me inspira el momento, leo:

Prometo que si no cumplo mi meta final cederé a Don Enrique de Durazno y Pérez mi ganadería de reses bravas denominada “Los Jarales” cita en el termino municipal de Tarifa (Cádiz). Mis dos primeros objetivos serán: Conseguir un acercamiento a la señora previamente escogida, hasta que lleguemos a tener amistad y trato personal. Hacer que acepte, con regocijo y agradecimiento, el regalo del título de Baronesa de los Sueños Imposibles. Conseguido esto, la finalidad última será:
Lograr que ella me oriente en el arte de escribir relatos de tal forma que yo sea capaz de obtener notoriedad.

Le entrego el escrito a don Enrique pero éste lo ignora y protesta airadamente.
—¡Tenías que conquistarla!... Ese era el desafío.
—¡No!... tenía que alcanzar la meta que me propuse, la que escribí en la tarjeta que Nada ha estado custodiando.
—Pero se sobreentendía que, como en otras ocasiones, se trataba de una conquista
— Insiste don Enrique en su reclamación.
—¡Y una conquista ha sido! leches. Te parece poco proponerme que me ayudara a escribir bien y haberlo logrado hasta el extremo de ganar tres premios literarios. ¿No te das cuenta que en ese sentido está rendida a mis pies? Pero si dudas de mi buena fe y crees que no he sido leal en este lance, te propongo renovar la apuesta.
Don Enrique arquea las cejas y espera en silencio la propuesta. Su amigo vuelve a sorprenderlo con unos de inesperados desafíos.
—A partir de hoy mi meta no será conquistarla sino lograr que, por si misma, ella me declare su amor.
—De acuerdo. Y...¿qué tiempo nos ponemos esta vez?
—Una eternidad, Enrique, una eternidad, amigo mío. —
Exclama el poeta suspirando.
—Te entiendo. Yo me quedo con mi almadraba y tú con tus toros. Ambos sabemos perder con hidalguía.

NADA