Sabe que aunque invisible soy omnipresente y estoy aquí contemplando como el resplandor de las fogatas, que arden junto a la orilla, tiñe de destellos tornasolados su camisa de seda verde y resalta su piel bronceada haciendola cobriza.
-Me alegro de este encuentro.- dice ella ignorando el gesto del camarero que espera para llenar la copa.
-Una noche mágica- responden él con desgana y observando las siluetas oscuras que saltan sobre el fuego.
-Al menos es más romántica que aquella en la te entregué mis veinte primaveras en una suite del hotel Torrequebrada.
-¿Te has vuelto cursi o estás riéndote de mi? Pregunta el poeta a la vez que indica al camarero que se retire.
-Recuerda que aquel día le habías pedido al conserje que, si moría, te llamara. Sonó el teléfono y balbuceaste apesadumbrado “Franco ha muerto”. Yo te tatareé la Internacional mientras apuraba mi copa de champan. A partir de entonces fueron tres años maravillosos: Fuimos de encuentro en encuentro, de cama en cama, de manifestación en manifestación. Yo, corriendo ante los antidisturbios y tú con los tuyos, con Fuerza Nueva.
-Han pasado treinta y dos años y, la verdad, no son esos los recuerdos que guardo de aquel tiempo. Sólo me acuerdo de los momentos íntimos.
-Sigues siendo un romántico... envidio tu frescura. -Responde ella haciendo un brindis para quitar importancia a su siguiente comentario.- Según Enrique estás enamorado de una señora a la que llamas Baronesa.
-Sí. Es algo precioso y nuevo para mí. ¿Sabes? por primera vez no pido nada.
-Eso es impropio de tu temperamento ¿Cómo es posible que te conformes?
-Porque no existo, créeme; tú estás ahí, aún fresca y real; y también está Enrique el marqués, y ella, la Baronesa. Y todos los que nos rodea en esta noche de San Juan; todos sois reales, menos yo, que soy un personaje de ficción imaginado por una escritora.
El poeta se desvanece en su NADA y su viejo amor mira hacia el mar sin sorprenderse. No se ha dado cuenta que, mientras hablaban, él ha pergeñado unos versos con descuido, con desgana. Son para mi, para NADA.
REENCUENTRO
El tiempo no pasa amor,
colgado en el universo permanece inmóvil
y después de los años vuelve a nosotros
para retarnos, para preguntar:
¿Dónde estarán las caricias, los besos y
las contorsiones imposibles que inventamos?
Y los versos ¿Dónde habrán ido los versos?
Yo se que NADA es para siempre y
que los encuentros se repiten.
¡Compruebo que la capacidad de inventar
no se ha perdido, es permanente!
El tiempo no pasa amor,
aquí estamos de nuevo frente a frente.